Un monaguillo quería llegar a Sacristán. Se convocaron oposiciones a sacristán y el primer requisito era leer y escribir. Siendo analfabeta el monaguillo no tuvo más remedio que abandonar e irse a las Américas, donde se hizo millonario.
A su vuelta al pueblo a sus 65 años, quiso establecer y comprar una casa. Fue al banco para abrir una cuenta corriente y el director, al hacerle firmar el impreso de apertura, se dio cuenta de que todavía no sabía escribir. Pero al ver la cuantía de la imposición, muchos millones de pesetas, se sorprendió y le preguntó: usted debe ser un gran hombre; ¿qué hubiera sido de usted si, además, hubiese sabido leer y escribir? A lo que le respondió nuestro hombre: pues hubiese sido... un simple sacristán.
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